El narcotráfico se ha destacado
en las últimas décadas como la actividad delictiva generadora de un mayor
número de crímenes y con un volumen de negocio más elevado. Muchos traficantes
individuales y organizaciones ilegales que se dedican a él han conseguido
acumular ingentes cantidades de dinero y medios materiales, lo cual les ha
otorgado una posición de fuerza que les permite no sólo escapar a la actividad
represiva de los Estados, sino incluso constituirse en centros de poder
paralelos. El fenómeno, impulsado por el aumento generalizado del consumo y la
revalorización del producto desde su origen hasta su recepción por el
consumidor final (en ocasiones su valor se multiplica hasta por 100.000),
comenzó a ser contemplado con preocupación por los gobiernos tras la Segunda
Guerra Mundial. Ello motivó que en la, entonces, recién nacida Organización de
las Naciones Unidas (ONU) se iniciara el estudio de las medidas de índole
legislativa, política y policial que podían ser adoptadas.
El negocio del narcotráfico tiene
tal dimensión, mueve tal cantidad de miles de millones de dólares, involucra a
tal cantidad de Estados, está infiltrado de tal manera en las altas esferas de
poder de naciones ricas y pobres, abarca un mercado mundial de tal magnitud y
finalmente, envenena a tal cantidad de seres humanos, que desafía el corazón
del sistema de una manera contundente, pone en tela de juicio los valores de la
sociedad moderna y refleja los elementos más hondos de una crisis y un
desmoronamiento, capaz de conducir a millones de personas a la autodestrucción
ante la evidencia de un mundo que muchas veces parece no valer la pena de ser
vivido.
El narcotráfico internacional se
ha convertido por sí mismo en un gobierno malvado y poderoso. Representa en la
actualidad un poderío financiero, político y militar mayor que el de algunas
naciones de las Américas. El tráfico y el consumo de drogas, y sus resultantes
de corrupción y violencia, son las mayores amenazas a nuestra seguridad, como
región y como naciones individuales. Estas amenazas no reconocen fronteras,
dentro de nuestro hemisferio, en su ataque inexorable y devastador a nuestras
familias, nuestras comunidades, las instituciones democráticas de nuestras
repúblicas soberanas y nuestros propios medios de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario